Revolución Francesa

Parte 13: El Régimen de Robespierre

Otra de las cosas que exigían los sans-culottes y que la Convención Jacobina tomó como elemento para trabajar fue la “leva en masa”. Sabemos que desde 1789 el ejército francés se había nutrido masivamente (todo fervientes con el ánimo revolucionario), pero que luego pasando el plazo convenido volvían inmediatamente a sus hogares, dejando el ejército con un notorio déficit en sus filas. Es así como la Convención en febrero de 1793 hace una primer gran leva de 300.000 hombres e introduciendo el servicio militar obligatorio, para luego en agosto hacer la “leva en masa”, que termina por consolidar a nivel nacional la formación militar a nivel nacional.

La leva planteaba sumar unos 500.000 hombres (fue la mitad), pero la movilización era para todas las personas de la sociedad, con ello se quiere decir que no solo hombres de combate, sino que aquellos que no podían ir a la guerra (casados) fabricaban armas y vituallas (alimentos), las mujeres para confeccionar tiendas y uniformes (o trabajar en hospitales), los niños hacían vendajes y los abuelos eran oradores para exaltar la valentía del ejército en las plazas públicas.

Los Jacobinos no estaban del todo felices en esta movilización, tan fundamentada en el entusiasmo, más que en la disciplina como ellos preferían, pero no les queda más que proporcionar medios para esta nueva fuerza en formación. Fue así como el ejército francés toma un nuevo “rostro”, de manos de tecnócratas del Comité de Salvación Pública, ministros de gran capacidad que asumen tareas especializadas en la guerra, por ejemplo, Carnot se avocó en la estrategia militar, Prieur de la Côte d’ Or crea nuevas fábricas de cañones, fusiles y municiones, Lindet se ocupa de las finanzas y provisiones, Jeanbon Saint André se centra en la marina, por mencionar algunos nombres emblemáticos.

Mientras ocurría toda esta reforma, en el frente los generales que quedaban del ejército de la monarquía eran arrestados o directamente guillotinados, entrando una nueva camada de jóvenes generales de orígenes modestos, hijos de la Revolución. Este nuevo ejército republicano comienza a sembrar éxitos prontamente. En octubre de 1793, se gesta la Batalla de Cholet, con lo que la revuelta vendeana queda aplastada. Por su parte, en el frente oriental, los ingleses son frenados en Honschoote y los austríacos en Wattignies (en este último es cuando los franceses logran mostrar su poder ante el mundo, al mando de Carnot y Jourdan). En diciembre cae la última ciudad federalista, Toulon, tras un sitio en el cual destacada un emblemático oficial corso, Napoleón Bonaparte.

Toulon fue una ciudad que se suma en 1793 a la revuelta federalista, y por medio de grupos burgueses se alzaron contra el gobierno jacobino, instituyendo un sistema de gobierno local por distritos. Desde finales de agosto del mismo año, la ciudad pasa a ser controlada por elementos monárquicos que abren el puerto a la flota británica, pasando a ser el emblema de la contrarrevolución. La república pone sus ojos en ella, luego de la recuperación de Marsella, y comienzan a planificar un sitio de la ciudad. Primero recibieron refuerzos por el este, pero se toparon rápidamente con un problema, ya que luego de tomar un fundamental fuerte en la colina de Faron, lo pierden rápidamente. Por el sur las tropas que venían desde Marsella, se encuentran con otro fuerte, llamado “El Pequeño Gibraltar”, que garantizaba a los ingleses el control de bahía. El general francés, Dugommier, encarga a un joven capitán de artillería corso la captura, Napoleón Bonaparte, que sometiéndolo bajo un fuerte bombardeo es tomado un 17 de diciembre, al día suguiente el fuerte Faron es tomado nuevamente (al mando del general La Poype). Los ingleses evacúan asustados, y quemando todo lo que pudiesen a su paso antes de abandonar el lugar.

«Sitio de Toulon: la primera gesta de Bonaparte«

El 10 de octubre, cuando los ejércitos de la República solo cosechaban éxitos, la Convención anuncia la permanencia del estado de “emergencia” por un periodo indefinido, o sea que la Convención y los comités (principalmente el de Salvación Pública) seguirían concentrando el poder, todo al margen de la Constitución (que continuaría suspendida), dando rienda suelta al «terror».

El terror se pudo visualizar en las en las ciudades que participaron de la insurrección federalista, ya que tan solo semanas después de su rendición, se ve sobre ellas una dura represión. Así fue como en Lyon fueron ejecutadas 2.000 personas y se derribaron 16.000 casas (le cambiaron el nombre a la ciudad por el de Ville-Afranchie, al igual que a Marsella por Ville-Sans-Nom). Incluso peor aún fue lo ocurrido en la Vendée, donde Nantes y Angers fueron el escenario de ejecuciones en masa, bajo los métodos más bárbaros imaginables, ni si quiera hubo miramientos en cuanto al género o si eran niños o abuelos. La República al mando de Robespierre no tuvo piedad, quemando todos los pueblos a su paso. Se calcula que en la guerra de la Vendée murieron unas 100.000 personas, en algunos lugares se llegó a perder el 40% de la población.

Los Indulgentes

Este exceso represivo en concordancia con alardes anticristianos, comienza a provocar inquietud entre los líderes jacobinos. Robespierre como deísta convencido, repudió la campaña descristianizadora que considera una obra de ateos y materialistas, y despertando profundas críticas (sobretodo en Daton) hacia aquellos “ultrarrevolucionistas” (como Hébert), acusándolos de corruptos e incluso de tener complicidades con extranjeros. Esto decanta en la creación de una corriente disidente a la política de Robespierre, los llamados “indulgentes”.

A principios de diciembre de 1793, Desmoulins, amigo de Danton (líder de este nuevo movimiento), un protagonista en el proceso revolucionario por medio de sus periódicos da inicio a una nueva publicación: “Le Vieux Cordelier”. Comienza este periódico criticando a los ultrarrevolucionarios del momento, aquellos cordeliers como Hébert. En sus escritos denunciaba fuertemente el terror, exigiendo el retorno de las libertades, pidiendo la libertad a todos los presos por “sospechosos”.

El periódico de Desmoulins produjo una sacudida en la opinión pública de París (principalmente en la ilustrada), puede decirse que en el país completo. Fue la voz de todos aquellos que no entendían la extensión del régimen del terror cuando sus objetivos estaban cumplidos. Había llegado el momento de ser compasivos o “indulgentes”, buscar la reconciliación y dar fin a la Revolución.

Danton, quien solo un tiempo atrás justificaba la creación del Tribunal Revolucionario, ahora se mostraba a favor de crear un “comité de clemencia”, solicitado también por Desmoulins, cuya primera tarea sería resolver la cantidad de “sospechosos” que no habían cometido falta alguna. Esta propuesta es aprobada por la Convención un 20 de diciembre, aunque los jacobinos de la corriente más “dura”, se mostraron opuestos, sacando a relucir su patriotismo “a la romana”, duro e implacable, indicaban toda muestra de sensibilidad como traición al Estado.

Robespierre coincidía en visión con Danton y Desmoulins en principio (más que nada en la crítica contra Hébert de los primeros números del periódico), pero no tarda en ver que Danton y sus amigos amenazaban la unidad de la Revolución, y que eran tan culpables como los seguidores de Hébert. Lo que se visualiza en Robespierre es que ningún bando le agradaba, por lo que cualquier desviación (sea para el bando moderado o el exceso patriótico) de la línea del curso recto de la Revolución, debía suprimirse inmediato.

El primer objetivo en la lista fueron los “enragés”. Si bien la Convención trató de complacerlos con la promulgación de leyes para “abolir la mendicidad” y socorrer a los “patriotas indigentes”, los enragés no conformes, deciden cubrir con un crespón negro el cuadro de los derechos humanos, un claro anuncio de insurrección. El problema para este pequeño grupo disidente, fue que en los meses anteriores, el Comité de Salvación Pública se había hecho con el control de todas las conexiones con las sociedades populares y las secciones, de modo que el día en que se hizo un llamado a ocupar el Ayuntamiento, solo ese grupo de enragés (representado por una sola sección) se presentó de entre las 48 secciones restantes. Los alzados debieron retirarse inmediatamente, pero una semana después sus líderes fueron tomados presos de todas formas, y acusados ante el Tribunal Revolucionario de conspirar con el extranjero, concluyendo en la ejecución de Hébert y compañía el 24 de marzo de 1794.

Cinco días después son arrestados Danton, Desmoulins y otros amigos (Los Indulgentes), con unos cargos un tanto más “armados” (o abstractos tal vez), por ejemplo, Danton fue reprochado por conspirar con el duque de Orleans, haber salvado personas en las masacres de septiembre y “reír” cuando se pronunciaba la palabra “virtud” en los discursos. Danton nunca bajo la cabeza, siempre desafiante, ante la definitiva sentencia de la guillotina.

Con esto, Robespierre logra suprimir a las facciones y consagrar la unidad en la República, nada se interponía en su camino. Decide que es el momento de establecer una nueva religión cívica, el “culto al Ser Supremo”. Mediante un decreto el 7 de mayo, esta fe “deísta” (creencia de Robespierre, que establece la existencia de un Dios supremo creador del universo, sin una connotación divina o religiosa) limpiada de las supersticiones del cristianismo, constituiría la base de la moral necesaria para la República.

Un mes después se organiza en el Campo de Marte una ceremonia para inaugurar el culto. Robespierre como era el presidente de turno de la Convención, oficia a modo de supremo pontífice. Sin embargo, los asistentes no parecen exaltados por la fiesta y su simbología (racionalista), y solo resaltaba un Robespierre que en cuyo rostro figuraba solo el hambre de ser un Dios.+

El culto al Ser Supremo fue establecido en la Convención el 7 de mayo de 1794, su fin era crear una religión pública que consolidara el ideal revolucionario y a la vez rechazara el ateísmo (los que propagaban la “descristianización”). La ceremonia fue realizada el 8 de junio, y su fin era representar la consagración al nuevo culto. Comienza por la mañana en las Tullerías, sobre el Campo de Marte (rebautizado como Campo de Reunión), donde el pintor David hizo erigir un monte de yeso y cartón (similar a una montaña) donde su cima era coronada con un enorme “árbol de la libertad”, había un inmenso coro formado por representantes de las secciones agrupados por sexo y edad (eran 2.400 cantantes sobre la pendiente del monte) que una vez terminados sus cantos, Robespierre, se dispone a destruir la efigie del ateísmo, desde donde surge la estatua de la Sabiduría (que era transportada por un carro tirado por ocho bueyes, junto con una “imprenta” y un “arado”, símbolos del trabajo útil).

«Fiesta en honor del Ser Supremo«

La Dictadura de Robespierre

Robesperrie, dada su autoridad tanto en la Convención, en el Comité de Salvación y entre los Jacobinos, comienza a ser acusado de comportarse como un dictador. El terror de la Revolución lejos de irse relajando, alcanza nuevas cotas en junio y julio, y obsesionado Robespierre con un “posible” renacimiento de las facciones, impulsa una ley que suprime las pocas garantías de justicia que quedaban para los acusados ante el Tribunal Revolucionario, ahora no tendrán derecho a llamar defensor ni testigos, los únicos veredictos posibles son la inocencia o la muerte, para lo que no serían necesarias ahora pruebas materiales o confesiones, sino que solo la convicción íntima del juez, con lo que las condenas a muerte de manera inevitable se multiplicaron.

Durante seis semanas, el periodo llamado “Gran Terror”, fueron ajusticiadas en París, 1.400 personas (más que en los catorce meses previos). Las cárceles de la capital llegaron a acoger 8.000 presos políticos, la Revolución parecía no tener fin.

En la Convención o en el Comité de Salvación Pública, Robespierre se sentía rodeado de débiles, corruptos y traidores. Se retira por un mes de la vida pública por lo mismo, y solo realiza puntuales apariciones en las reuniones de los Jacobinos. A su regreso muchos comenzaron a sentirse amenazados, desde los obvios descristianizadores y terroristas, pero también moderados e incluso los mismos jacobinos, que llevaban cada ver peor la huraña supremacía del “Incorrruptible”. Su ausencia generó algo casi imposible, que todos estos bandos fueran fraguando un entendimiento mutuo, con la idea principal de provocar la caída de este intratable hombre, que ya le quedaban solo unos pocos leales.

El día 26 de Julio de 1794, Robespierre pronuncia un discurso en la Convención donde denuncia la conspiración interna y proponía una nueva purga. Inicialmente parecía que todos asentirían como de costumbre, pero comienza una discusión sobre si imprimir o no la idea propuesta (como solía hacerse). Por la noche (en una reunión su bando político) el mismo discurso, pero entre los Jacobinos generó un cerrado apoyo, y a la salida algunos de los asistentes se reunieron en las oficinas del comité y se organizaron para gestar un plan al día siguiente.

Llega el día “9 de termidor” (undécimo mes del calendario republicano francés), donde Saint-Just inicia un encendido discurso en defensa de Robespierre, cuando de pronto es interrumpido desde las gradas por numerosos diputados. Robespierre toma la palabra, pero es callado por medio de gritos “!No, abajo el tirano, la sangre de Danton te ahoga!”, era la señal para el golpe de Estado.

Robespierre, su hermano pequeño (Augustin), Sain-Just, Couthon y Le Bas, fueron detenidos y trasladados al palacio de Luxemburgo. Pero una vez allí, sus partidarios en la Comuna lograron liberarlos y llevarlos al Ayuntamiento, donde llamaron a una insurrección de las secciones sans-culottes. al llamado solo acudieron aquellos de los distritos más acomodados de París, con ese escaso apoyo, la guardia entra en la ciudad y toma detenido nuevamente a Robespierre, quien mientras tanto había intentado suicidarse.

Al día siguiente el célebre y luego nefasto político jacobino es conducido al cadalso junto a 22 compañeros, y al filo del mediodía y en la total indiferencia del pueblo, es guillotinado.

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *