Parte 5: Escape a Varennes y una Revolución sin control
El conflicto de la iglesia (representada por Pío VI) contra la «Revolución», tuvo sus repercusiones en Luis XVI. En un inicio por medio de la persuasión de obispos liberales, había aceptado firmar la Constitución Civil y luego el decreto por medio del cual se exigía el juramento del clero (jurar fidelidad a la nueva Constitución y los cambios que implicaba en su eclesiástica institución). Peros Luis XVI en medio de esta disputa, comienza a escuchar rumores de la oposición del papa, y que la misma María Antonieta era absolutamente contraria a los “jureurs” (juradores), el rey comienza a sentir un cargo de conciencia y temor al respecto.
Luego en marzo de 1791 se hace pública la condena del papa a la Constitución Civil del Clero, lo cual da el impulso final que necesitaba el rey (confirmando sus sospechas). Reemplaza a su capellán (que era un pro revolucionario) por uno contrario a la reforma, y decide que es el momento de dejar de prestar su aval a una Revolución que va en contra de los fundamentos del trono y de la Iglesia. Era el momento de escapar.
El día 19 de abril, el pueblo impide al rey trasladarse al palacio de Saint-Cloud para celebrar la Pascua (con un cura contrario a la Revolución), Luis se siente un prisionero y en su alma ya un contrario a la Revolución, accede (con la venia de María Antonieta) a escapar.
El momento fue la medianoche del 20 al 21 de junio, luego de escabullirse del palacio de las Tullerías, se hicieron pasar por criados de la gobernanta e los príncipes (madame de tourzel), para luego proseguir con una marcha de dos días hacia su destino, Montmédy. Pero algunos retrasos rompen la coordinación y en Varennes son reconocidos por un viejo soldado llamado Drouet, El rey fue puesto bajo arresto y conducido de vuelta a París en una humillante procesión (mucho más que la de Versalles a París), bajo insultos del pueblo y sin respeto alguno por los escoltas.
Esto termino por desacreditar a la monarquía, y crear un vacío de poder, que eleva a la opción republicana. En ausencia del rey, la Asamblea toma el poder ejecutivo, tomando juramento a las fuerzas del orden en vez de al rey. Luis XVI ya en París es suspendido de sus funciones y puesto bajo custodia.
El mismo día el Club de los Cordeliers presenta una petición a la Asamblea para que se depusiera al rey, y el 14 de julio los jacobinos repetían lo mismo.
La huida del rey pone de manifiesto la gran fractura que dividía a los distintos bandos. El ambiente se iba radicalizando, estimulado por los clubes y por los diputados más revolucionarios que iban tomando poder, como aquellos en el Club de los Jacobinos. En respuesta a ellos es que surge un grupo de antiguos patriotas, que toman el puesto de “Mirabeau” para hacer causa común junto al rey para frenar esta avalancha revolucionaria. El líder de este movimiento fue Antonie Bernave, diputado que acompañó a los reyes en su trayecto de vuelta de Varennes, quien admirado por el “digno” porte de María Antonieta, entendió en ese momento que la monarquía era el último dique frente a esta Revolución descontrolada y debía protegerlos.
El 15 de julio, Bernave logra que la Asamblea restaurara a Luis XVI en sus funciones, declarando que el rey había sido víctima de un secuestro y era inocente. Pero, en contraparte a esta pretensión, grupos radicales se congregaban en el Campo de Marte, para solicitar la destitución inmediata del rey, en consecuencia, la Asamblea conmina a las autoridades municipales que dispersaran dicha reunión, el encargado de acatar la orden fue Lafayette. Bailly declaró la ley marcial en París, pero los Revolucionarios lo ignoraron, siendo inevitable la orden de Lafayette de disparar, provocando la muerte de unos 50 individuos y cientos de heridos.
Fue un punto crucial en la Revolución, y parecía que determinaba el fin de esta, siendo algo que Barnave expresa tácitamente en un discurso el 15 de julio, de los riegos de continuar este proceso desenfrenado, por lo que con su grupo de socios se esforzó en esta enmienda de evitar una Asamblea sin frenos. Se ejerció una dura represión contra los grupos radicales en primera instancia, por medio de cierre de clubes (como el de los “Cordeliers”), se clausuraron periódicos y se exilió a los cabecillas radicales, como Danton. Por último, se hace una revisión de la constitución, incrementándose el poder ejecutivo del monarca.
Así fue como el orden quedó establecido y el 30 de septiembre, al clausurar la Asamblea Constituyente, su presidente declaró “La Asamblea Nacional ha dado al Estado una Constitución que garantiza por igual la monarquía y la libertad”.