Parte 2: Reunión de los «Estados Generales» y la conformación de la «Asamblea Nacional»
Su convocatoria sería un primer logro del pueblo francés, pero para nada significa el fin de las discusiones y enfrentamientos, ya que quedaban dos grandes incógnitas, primero el método de elección de los representantes en las asambleas (se refiere al sistema de elección de los diputados para los Estados Generales) y el sistema de votación que se usará una vez todos reunidos. Ambos problemas ponen en evidencia que el grupo que una vez lucho unido en contra de la monarquía, tenía notorias diferencias entre ellos mismos.
Cuando el Parlamento de París registra la convocatoria de los Estados Generales en septiembre de 1788, precisó que la Asamblea debería constituirse “según lo observado en 1614” (cuando fue la última reunión de los Estados Generales). Lo que significaba que los representantes se agruparían en tres estamentos (en los que se dividía la sociedad de esta época), Clero, nobleza y Tercer Estado, con el mismo número de representantes cada uno y con votaciones por bloque.
Pero había implícito un gran problema, los dos estamentos privilegiados (Clero y nobleza) tendrían siempre la mayoría de votos. Con ello toda la popularidad (entre los liberales) que había ganado el Parlamento, la pierde en un segundo. Los liberales exigían que el Tercer Estado debía tener el doble de integrantes que cada uno de los dos previos y que las votaciones se contaran por “cabeza” (no por estamentos u órdenes).
Llegando a finales de noviembre de 1788, se declara que los Estados Generales contarían con un millar de diputados, con lo cual se podría dar respuesta a la demanda del “doble de representantes”, y la de la votación seguía en suspenso hasta la llegada misma de los diputados a Versalles.
El debate de estos dos puntos, fue esencial en la génesis de la idea revolucionaria, haciendo que surgiera el partido constitucional o patriota, formado en esencia por quienes encabezaron la disputa en contra la monarquía (gente de los Parlamentos y algunos “notables”). En París se conforma el comité de los “Treinta”, formado por liberales (Lafayette, el philosphe Condorcet, Mirabeau, entre otros), que defendían los procesos de representación que sería el origen de la Revolución, tales como la publicación de folletos que promulgaban la necesidad de una representación “nacional” (como el folleto “¿Qué es el Tercer Estado?”, del sacerdote Joseph Sieyes, un miembro del comité de los Treinta).
El proceso de elección de diputados se da por medio de que Luis XVI invita a las asambleas de cada circunscripción para que eligiesen a sus representantes, y que por medio de ellos expresasen las “cahiers de doléances” (cuadernos de agravios), lo que era una costumbre de los Estados Generales de la época medieval. Así fue como pueblos, ciudades, corporaciones y provincias, redactaron una lista de protestas que los diputados debían presentar al rey, para que este diese solución a ellas. Hasta ese punto parecía algo inteligente, pero el aluvión de protestas colapsó el sistema, pero eso solo hablaba de la cantidad de problemas que agraviaba al pueblo.
El hecho de existir esta iniciativa por parte de Luis XVI de impulsar los Estados Generales (claramente forzada…) es que recibe su apodo de “Luis el Justo”. Aunando así todas las esperanzas de los franceses en una reunión que debía lograr una reforma integral del Estado.
5 de mayo, 1789: “La Asamblea Soberana”
Llega el día tan esperado, donde se congregaron por parte de la nobleza 270 diputados (28 eran miembros de los Parlamentos), por el clero había 291 representantes (48 arzobispos u obispos, 35 abades o deanes y 208 simples curas) y el Tercer Estado tenía 578 miembros, en su mayoría profesionales liberales (sobretodo juristas). A penas pasa el discurso inaugural, y en seguida se plantea la duda sobre el sistema de votación (que en definitiva sería voto por cabeza), y como Tercer estado pasan a denominarse Asamblea de los Comunes (como en Inglaterra), donde Joseph Sieyes pasaría a tomar la presidencia, aplicando así su doctrina en la cual el Tercer Estado era la única encarnación de la nación, una “Asamblea Nacional”, denominación definitiva que adopta el 17 de junio.
El 19 de junio, con un rey preocupado ante esta pujante nueva Asamblea Nacional, ordena clausurar la sala en la que se reunían (aludiendo que debía acondicionarla para una sesión real). Al siguiente día decidieron trasladarse a otra estancia próxima donde se jugaba el “jeu de paume” (parecido al tenis). Fue en este lugar donde se pronunció el célebre juramento del “Juego de Pelota”, redactado por Sieyes y leído por Bailly (futuro alcalde de París), bajo el cual se comprometían a permanecer unidos hasta dar a Francia una nueva constitución.
Desde este punto todo cambió drásticamente. Por el clero, el grupo de los simples curas, impulsados por ideas liberales, conformaban por número un mayor peso que el clero más conservador y fiel a la monarquía, adhiriéndose así al ideal del Tercer Estado. Lo mismo ocurre con un grupo de nobles (47 para ser específico).
El rey luego de la muerte de su hijo de 8 años, se conduce a dar un discurso a los tres estamentos el cual fue recibido prácticamente en silencia, posterior a ello ordena a todos los diputados que se dispersen, obedece el clero y la nobleza, pero el Tercer Estado se quedó sentado completo en sus lugares. Tomaron como decisión no recibir más ordenes y no separarse hasta que se hubiese elaborado una nueva constitución (acuerdo a su pacto). Su obstinación tuvo frutos a los pocos días, ya que el 27 de junio, Luis XVI reconoce a la Asamblea Nacional, y pide a “todos” los diputados que se integren a ella, formalizándose el 9 de julio con la adquisición del nombre “Asamblea Nacional Constituyente”, dando inicio a la creación de una constitución para la nación.