Historia chilena

«El Tratado de Lircay»: El regreso de la soberanía española

La continua lucha entre patriotas y realistas, tenía desgastado a ambos bandos por igual, por lo que se hizo necesario firmar un tratado, llegando así el 3 de mayor de 1814, el polémico Tratado de Lircay. En el cual Chile reconoce la soberanía del Rey de España, se suspenden las hostilidades, habría un canje de prisioneros, el ejército español debía dejar Chile en el plazo de un mes y las autoridades chilenas seguirían en sus puestos. Pero esto no deja contento a todos…

Bernardo (comandante del ejército) yacía en Quechereguas… quizás hacía cálculos positivos, pero en Santiago Lastra (el Director Supremo), hacía otros muy distintos (todo en marco de un pequeño acercamiento con Abascal)…

En inicio, James Hillyar, comandante de un navío inglés, «Phoebe», barco de guerra de paso por Valparaíso, se ofrece como mediador entre el virrey Abascal y el gobierno chileno (Lastra). Sus motivaciones en apariencia, era por humanidad, pero a fines de marzo (1814) se hizo con un barco estadounidense (el Essex) al mando del capitán David Porter, el que había sido un gran «derribador» de navíos ingleses, mostrando sus aires de hostilidad. Esto probablemente sería un hecho normal para la época, pero el problema fue que lo hizo en la costa de Valparaíso, violando tratados de neutralidad chilena.

Lo cierto de todo esto es que Hillyar si realmente habló con Abascal, el cual dictamina una serie de requisitos bajo los cuales se terminaría la guerra, primero, que Chile reconociera a Fernando VII, junto con la constitución española y las Cortes, y segundo, que volviera la Real Audiencia y con ello los antiguos funcionarios, tercero, que se instale en Santiago un regimiento chilote, por último, que el Bernardo O’Higgins depusiera las armas.

El contexto mundial, daba por lo menos para pensar el ofrecimiento, debido a que en Chile ya se sabe que Napoleón era solo un fantasma, y a fines de marzo Fernando VII regresaba en gloria y majestad. Contra todo pronóstico de los liberales españoles, el rey no reconoce la nueva “Constitución liberal” realizada en su ausencia. Culminando en que el 17 de abril, un general monárquico (de apellido Elio), desconoce ahora mediante «acción» todo lo realizado por el Consejo de Regencia y pone sus tropas a la orden del rey, dando así un golpe de estado contra el trabajo realizado hasta el momento por el pueblo español.

Conocidos esos hechos, la idea de negociar con Abascal no sonaba del todo descartable (ahora que España comenzaba a recuperar sus garras monárquicas), pero Lastra sabía que muchos habían hipotecado todo en pro de la independencia, por lo que decide dar la chance al dialogo con Hillyar y lo invita a Santiago. Mackenna que estaba dando cuentas de lo ocurrido en Quechereguas, informa de dicha situación a Bernardo para obrar en consecuencia.

El 22 de abril de 1814, Hillyar parte al sur para hablar con Bernardo y Mackenna, y también tener una reunión con Gaínza, iba acompañado por un abogado (Jaime Zudáñes) por orden de De la Lastra.

La entrevista con Bernardo y Mackenna fue fría, pero no se le niega el posterior paso hacia Talca para hablar con Gaínza. El problema es que las condiciones habían cambiado, por parte de los chilenos que negociaron con Hillyar en Santiago, insistían en que las tropas de Abascal debían volver a Lima, pero a ello el abogado de Hillyar incorpora una clausula como «condición», en que los chilenos deberían auxiliar a Abascal en sus otras guerras (ejemplo, atacar a Argentina, quienes hasta con sus propios hombres han apoyado la causa chilena).

Gaínza luego de su conversación con Hillyar, acepta de buen ánimo reunirse con Bernardo y Mackenna, con más motivación considerando que había perdido recientemente un grupo de hombres con los que iba a combatirlos. Le dan 48 horas a Gaínza para decidirse, él se demora más, por lo que los patriotas se alistan a caer sobre Talca. A Gaínza no le queda otra salida que de verdad reunirse con ellos (ya que aparentemente se estaba arrepintiendo), y es así como un 1 de mayo ocurre el milagro, en una casucha a orillas del río Lircay, donde se midieron negociando y mintiendo sobre sus recursos bélicos.

Gaínza regresa a Talca con una buena impresión sobre Bernardo, le pareció alguien honesto, pero aceptar una “amistad” con los insurgentes era algo que sus oficiales nunca permitirían, y antes del 3 de mayo la presión sobre Gaínza de sus hombres era tanta, que lo hace pensar en abandonar Talca para recomponer sus fuerzas en Chillán. De no ser por la falta de mulas, lo hubiese realizado. Así es como repugnado, se presenta el 3 de mayo en la casucha con los patriotas, pero junto a su abogado, el auditor de guerra José Antonio Rodríguez Aldea, que tendrá un papel importante.

Gaínza parte jactándose de tener un ejército más grande, que solo causa la risa de Bernardo. Mackena, O’Higgins y Zuldáñez, evaden dejar por escrito que Chile pertenecía a la monarquía española, pero aceptaron mandar diputados a las Cortes españoles a fin de un acuerdo constitucional (no tenían como enterarse que al día siguiente Fernando VII desestimó todo lo realizado por la junta de Cádiz y el Consejo de Regencia, incluida la Constitución que redactaron, siendo el 10 de mayo el día en que disuelve las Cortes y todo sistema liberal).

Debemos recordar que era otro mundo, y las noticias tardaban un mes en llegar a América, y pudiesen ser dos, si consideramos el tiempo que tarda en estar en Chile mismo. En la mente de los que estaban en la reunión, en España aún hay un “monarca liberal”.

La reunión fue agotadora, los abogados Rodríguez Aldea y Zuldáñez no se daban tregua. Luego de un almuerzo Gaínza presenta una proposición que endurece la postura realista, pidiendo el regreso de la Real Audiencia a Santiago, haciendo a Valdivia una dependencia directa de Lima, que el intendente de Concepción fuese electo en la provincia (no en Santiago). Al escuchar todo eso, Bernardo solo responde: “Así es mejor seguir en la guerra”.

Llegada las 10 de la noche, es cuando llegarían a acuerdo y se firma el famoso “Tratado de Lircay”, que no dejaba contento a todos, pero evitaba más muertes. En resumen, Gaínza tenía 30 días para volver al Perú, los patriotas devolverían las propiedades confiscadas y pagarían parte de la deuda del ejército realista, como garante Gaínza se llevaría tres rehenes (Bernardo se ofrece, y queda escrito, pero nunca se concreta ni había intención de hacerlo por parte el enemigo).

En el regreso a Talca en la misma noche, el abogado Rodríguez Aldea solo menciona que este tratado es algo “imposible” de cumplir, Gaínza también lo sabía. Abascal jamás aceptaría un trato donde sus tropas se devolvieran.

Por un momento había paz, el gobierno celebró un Te Deum, se prohibía insultar por las ideas políticas individuales. Hillyar recibe un gran festín y se volvieron a ver banderas rojas del rey flameando (lo que no fue bien recibido en Santiago). El Tratado de Lircay fue publicado en el Monitor Araucano, y un día después las tropas realistas dejaban Talca, incluso Bernardo los ayuda en ello facilitándoles mulas, Bernardo pasa ahora a controlar la ciudad.

Había un pequeño detalle en todo esto, que entre los acuerdos estaba la liberación de los prisioneros, pero en Chillán había un par muy importantes José Miguel y Luis Carrera, para los cuales se pacta un trato más especial, debían ser llevado a Talcahuano y embarcados a Valparaíso, donde serían recibidos por el gobierno (una medida para controlarlos y evitar que el germen de la discordia vuelva a resucitar).

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