José Miguel Carrera

Segundo golpe Carrerista y la disolución del primer congreso: «¿Santiago v/s Concepción o Carrera v/s Rozas? el eje central de la Patria Vieja

La alianza entre Martínez de Rozas y la familia Larraín, ocupando para sus fines a José Miguel Carrera (consciente él de ello), había dado sus frutos, se habían al fin apoderado del Congreso luego de ese primer exitoso «golpe» carrerista.

Ahora vendría un segundo periodo de intrigas, que darían paso al «real golpe», pero necesitaban de un detonante, y es así como unos días antes del 16 de noviembre comienza a circular un pasquín de título «El apóstata Larraín, Fraile intrigante y ladrón».

Para este segundo golpe como paso inicial, necesitan convencer al viejo Ignacio Carrera (vocal de la primera junta y hasta ese momento un declarado realista), recluido en su fundo de El Monte, para que regresara a la acción en Santiago. Juan José Carrera por su parte, solicita al Congreso que abriera un proceso público donde la gente pudiese expresar sus sentimientos sobre el golpe del 4 de septiembre. Mackenna vocal de la junta ejecutiva del Congreso formada recientemente, comienza a temer de los movimientos de los Carrera, y la noche del 15 de noviembre, en el cuartel de granaderos habla con José Miguel, quien le da tranquilidad y le dice que “nada se trama».

En la mañana siguiente (16 de noviembre, 1811), los granaderos proclaman a Luis Carrera (el menor) como jefe y con Juan José unido también en sus filas. La solicitud de Juan José al congreso sobre el proceso público a cerca del 4 de septiembre, fue publicada.

Envalentonados (y enajenados) con el regreso del viejo Ignacio Carrera y por la publicación de la proclama de Juan José Carrera, trescientos realistas encabezados por Manuel Rodríguez, deciden ir al congreso, pero enfrentados por la guardia y advertidos, deciden deponer su movimiento, ante la fuerte presencia contraria de granaderos.

Luego de mucho debatir, se opone al congreso una nueva junta ejecutiva que en teoría dejaba contentos a todos, compuesta por, José Miguel Carrera, vocal por Santiago, Gaspar Marín por Coquimbo y Juan Martínez de Rozas por Concepción. Este último se hallaba en el sur y necesitaba un suplente urgente, y las comunicaciones con Concepción tardaban a lo menos dos días, ahí es cuando alguien recuerda al enfermizo diputado de Los Ángeles, que junto a Marín ofrecen resistencia a su designio, en vano, ya que debieron asistir al despacho irrevocablemente.

Fretes fue quien convence a Bernardo, y ante la ausencia de Martínez de Rozas, los Larraín, lo ven como un contrapeso momentáneo a Carrera (aunque confiaban más en Marín, que en el inexperto Angelino, y con justa razón, ya que Marín será el gran opositor de José Miguel). Bernardo acepta el designio, pero con la condición de que más adelante se le autorizara a ocupar el cargo por la ciudad de Concepción. Finalizando así la conformación de una nueva Junta Provisional en reemplazo de la antigua Junta Ejecutiva, y siendo este 16 de noviembre, el segundo golpe militar en un año, con la consagración de la familia Carrera en la cúspide de la escena política nacional.

Se decreta una orden de extrañamiento (expulsión del territorio) contra Manuel Aldunate y José Miguel Infante, decidido ultra y sobrino del ilustrado José Antonio de Rojas, a lo que Juan José y José Miguel, interceden en favor de ellos.

Mientras ocurría esto, el abogado Manuel Rodríguez, hijo de una peruana con un español, ex compañero de curso de José Miguel Carrera, se da vuelta la chaqueta en un giro inimaginable y ahora era el secretario de la actual junta.

José Miguel Carrera sobrevive el 27 de noviembre a un intento de asesinato, según él a manos de los hermanos Huici (militares relacionados con los Larraín), termina apresándolos él mismo. Carrera ofuscado, no deja todo ahí, sino que comienza una venganza contra los partidarios de Martínez de Rozas, entre ellos, Argomedo, el comandante Vial y Juan Mackenna, el último bastión de apoyo político que le restaba a Bernardo en Santiago. Carrera, no pudo probar judicialmente nada contra Argomedo ni Vial, pero Mackenna producto de que ya no soportaba a Carrera, se comporta soberbio en las audiencias y termina con algo similar a un arresto domiciliario (en el palacio de gobierno), medida que no cayó bien en los otros vocales (que no fueron consultados por ella).

Marín y Bernardo, no actúan en contra de Carrera, quizás aconsejados por Rozas, solo encargan a un juez de apelaciones, Lorenzo Villalón, que se encargara de defender a Mackenna. Menos diplomáticos fueron los otros diputados, que a gritos interpelaron a Carrera, logrando que fuese el congreso quien decidiera el destino de Mackenna. Pero todo cambia el 2 diciembre, día en que el congreso daría su veredicto, cuando Carrera lleva tropas a la Plaza y apunta dos cañones a la sala de reuniones. Fue el “fin del congreso”.

Marín renuncia, y luego Bernardo, acusando ambos enfermedad. Aunque Bernardo no mentía, realmente estaba enfermo, tanto que incluso el mismo Carrera va a visitarlo, quizás no tanto por empatía, sino que tras de este enfermizo hombre, estaba toda la fuerza militar de Concepción, único ejército fogueado en combate de todo el reino, a las órdenes de Juan Martínez de Rozas. Le anuncia a Carrera que se ausentará por tres meses para recuperar su salud, pero con otras intenciones detrás de ello.

Mediante correspondencia se notifica a Santiago, de la conformación de una junta en Concepción en respuesta al golpe de Carrera, opositora por ende a este y al mando de Martínez de Rozas. Brindaba todo su apoyo a Mackenna y ofrecía todo el poder del ejército del sur para que el Congreso recuperara su poder, perdido a manos de José Miguel Carrera.

Carrera se espanta al leer la carta, ya que todo estaba finiquitado (no podía a esas alturas revertir sus acciones) y con un ejército en la capital de menos de doscientos hombres, no era rival para un ejército con historia como el del sur. Por lo que su única salvación era el enfermo Bernardo, a quien podía usar para tranquilizar a Martínez de Rozas.

Así es como un 14 de diciembre parte para el sur con la idea (de Carrera) de formar una nueva junta, integrada por vocales de las tres provincias, con un suplente para el sur designado inmediato por Carrera (en caso de no aceptar notifica tajante, que habría guerra). En medida que Bernardo avanzaba, el ejército de Carrera aumenta a unos 1200 hombres y Talca ya había cortado relaciones con Concepción, teniendo a su poder un destacamento al mando del viejo Ignacio de la Carrera, quien ya de realista no tenía nada francamente. Como sistema de defensa podemos observar que los vados del río Maule se encontraban todos bajo vigilancia (plan ideado por un viejo realista español, Olaguer Feliú, quién fue perdonado por Carrera a cambio de idear un plan contra un posible ataque penquista).

En Concepción ya llegado Bernardo a la provincia, hay aceptación por la propuesta de Carrera, pero no sin antes, Manuel Novoa (quien fue elegido para estudiar el documento), agregar algunas exigencias, entre algunas simples como nombramientos civiles que pasaban a ser de exclusiva responsabilidad de la provincia en sí y la más grande que era la “soberanía” de cada provincia.

Carrera escucha cordialmente la respuesta que llevaba Bernardo, sin resaltar históricamente mucho de esta junta. Para marzo de 1812, Juan José estaba en Talca con el ejército carrerista, y José Miguel se dispone a una comida (reunión) con Martínez de Rozas, sin resultados a consecuencia de ella.

La traición de Martínez de Rozas a Bernardo quedó en el olvido (de nombrar a Urrutia Mendiburu coronel a costillas de Bernardo), además considerando que Urrutia aún se encontraba preso en Santiago desde el golpe de Carrera. Bernardo tendría una de sus primeras órdenes directas del “jefe”, levantar un regimiento de mil hombres, no fue algo simple, ya que no digamos que eran soldados en el término formal de la palabra, sino más bien eran gente inquilina principalmente de su hacienda, y que fueron prácticamente obligados a la guerra.

Bernardo ya en Las Canteras comienza a vivir sus primeras experiencias militares, de la mano de su amigo, el comandante Juan de Dios Mendiburu, quien sufre una insubordinación en el regimiento de la ciudad de Los Ángeles. Bernardo estando ahí, consigue aplacar la ira de los amotinados.

Ya a sabiendas de que en la primera entrevista entre Carrera y Rozas el 27 de abril de 1812, le tocaría el intento a Bernardo de entrevistarse, pero tal como su mentor, regresa con las manos vacías. Luego sería el turno del obispo de Concepción, Manuel Villodres, desde Las Canteras envía notas a Rozas y Carrera, concluyendo nuevamente sin éxito. Luego habría un mes de un ir y venir de cartas entre un lado y otro del Maule, decidiendo suspender las negociaciones. Se decide que las fuerzas militares de ambos bandos se resguardasen en las capitales respectivas, es así como el 1 de junio el ejercito de Carrera vuelve a Santiago.

De todo esto José Miguel había obtenido algo muy importante, el “desprestigio” de Rozas entre sus hombres, ya que este era un grupo francamente más militar, el cual no estaba tan acostumbrado a tanta diplomacia. Sumado a que comienzan a ver mermas económicas, al Rozas quedarse sin recursos para financiar tal cantidad de personas, perdiendo de sus manos el poder de la provincia. Bernardo, viendo esto de lejos, decide apartarse en Las Canteras, frustrado ante tantas malas decisiones.

Bernardo se avoca de momento a pasar unas «lindas» vacaciones para su relajo y mejorar su salud, en las termas de Cato al norte de Chillán. No se entera en el momento de que Rozas había sido apresado por Carrera y exiliado a Mendoza, nunca más se volverían a ver. Bernardo sin ninguna experiencia en conceptos bélicos, solo en algo de política, no imaginaría todo lo que vendría en su vida y como debía tomar las riendas de todo un ejército.

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