Familia Bolívar y sociedad mantuana, «El nacimiento de un libertador»
…cae el año 1792, María de la Concepción, criolla, madre del prócer de América, decide buscar la aprobación oficial para un título de nobleza (lo cual para un criollo era más valioso de lo que ya de por sí es) que su suegro había comprado hace 60 años, el marquesado de San Luis. Pero España contrario a su aprobación, pone en dudas la pureza racial familiar…
La historia comienza con el abuelo de Simón Bolívar, Juan de Bolívar, que en 1728, toma conocimiento que el rey Felipe V, había donado un marquesado a unos monjes, para que lo vendieran (a modo de ayuda económica). Juan, con los recursos para ello, lo decide comprar (22.000 ducados fue el valor).
Su hijo Juan Vicente de Bolívar tenía todo el derecho a este título y poder llamarse “marqués de San Luis”, pero no lo hace y se sentía bastante conforme con ser Bolívar, apellido que le era suficiente para dirigir las vastas propiedades que tenía. A la muerte de Juan Vicente, doña Concepción intenta oficializar este marquesado para sus hijos, y ahí es cuando se entera que el árbol genealógico no era tan prístino como se lucía.
El origen de esta polémica está en la abuela de Juan de Bolívar, que había sido hija ilegítima de la unión de su bisabuelo, Francisco Marín de Narváez, y una criada, y las leyes españoles no permitían esta mezcla racial con negros o indígenas dentro de la genealogía familiar. Permaneciendo el título en el limbo, sin el abuelo ni el padre de Simón Bolívar, poder ver esto en sus manos. Para la abuela, Josefa Marín de Narváez, ser hija ilegítima al fin y al cabo no fue mayor problema, porque resultaría heredera de una gran parte de la propiedad de su padre, teniendo así grandes posibilidades de casarse.
El padre de Simón, Don Juan Vicente de Bolívar y Ponte, nacido con una gran fortuna, acumulada de muchas generaciones criollas. Había heredado una casa en la calle San Jacinto y las plantaciones de cacao de Josefa, una capilla lateral en la catedral de Caracas (de su bisabuelo Ponte) y la hacienda azucarera en San Mateo de un legado de Simón de Bolívar (el primero). Desde joven se instruye como militar, sirviendo al rey de España en las costas de Venezuela contra el ataque de los británicos. A los 21 años fue nombrado procurador de Caracas, muy apreciado, es llamado a la corte de Madrid donde sirve cinco años. Regresa a Venezuela en 1758, educado y sofisticado, siendo recompensado con más responsabilidades, a los 32 años ya era toda una institución como hombre.
Pero también fue un hombre muy lascivo, depredador de mujeres, regreso de Europa más libertino de lo que era. Acosando sirvientas y exigiendo favores sexuales. En 1765 el obispo de Caracas va a las plantaciones de San Mateo, como visita pastoral, donde recibe las quejas de todos los acosos y abusos sexuales. El obispo entendiendo la posición de poder de Juan, pero sin temerle, solo en pro de respetar los títulos, le da la opción de recapacitar y cambiar, sino el rigor de la ley caería sobre él. Es cuando se le plantea, que la única solución que le resta es casarse.
María de la Concepción Palacios y Blanco, se casa con Juan Vicente, teniendo solo 14 años, costumbre normal en la época en que los aristócratas, entregaban a sus hijas desde los 12 años (algunos incluso internaban a sus hijas a los 4 años, las retiraban 8 años después, solo para comprometerlas). Todo este círculo social de privilegiados y poderosos, como los Palacios o los Bolívar, denominados los “mantuanos”, era la casta más alta entre los criollos. Este grupo, era la columna vertebral del imperio español en Venezuela, supervisando los activos de la colonia con sus tropas. Se hablaba de 9 familias que los integraban, con elegantes sombreros y bastones, escudos de armas, solo sus esposas podían usar velos (mantillas o mantuas), paseándose en literas cargadas por esclavos negros (unas diminutas campanillas en sus faldas marcaban su proximidad).
Nadie sabe como ambos lograrían juntarse en matrimonio, pero sabemos que doña Concepción tenía una ventaja, era vecina de Juan Vicente, y sus familias por ende se conocían más que con otros mantuanos. Pronto esta unión alegraría la lúgubre casa de Juan Vicente, con muy pocos habitantes, fue poblándose de hijos.
Si bien eran muy distintos, tenían en común pertenecer a una importante ascendencia. Su madre, Francisca Blanco Herrera, descendiente de reyes y príncipes medievales. Su padre, Feliciano Palacios y Sojo, una familia intelectual destacada. Su tío, Pedro Palacios y Sojo, sacerdote, músico, fundador de la Escuela de Música de Caracas (de donde aprende su don natural de la música). Si hay algo que destacar en Simón Bolívar que es similar a su madre, en la energía positiva vibrante y en la pasión por el baile. Iniciada esta nueva vida para Don Juan Vicente las cosas no serían fáciles, empezó a sentir la presión política desde España, él, que siempre sirvió lealmente a la corona, siente el peso de ella misma. El régimen de los borbones se impone en sus colonias, poniendo en marcha una serie de leyes anticriollas que repercute en los negocios de Don Juan Vicente. Primero decreta la separación del virreinato de la Nueva Granada de Venezuela. Luego nombra a un intendente en Caracas quien administra los asuntos económicos y a un capitán general para manejar cuestiones políticas y militares. Con esta conexión más directa con Madrid y Sevilla (mediante el Consejo de Indias que era el ente gobernante), comienzan a sufrir restricciones en sus haciendas, minas y plantaciones, además de alzas de impuestos.
En 1776 las colonias británicas declaran su independencia, y fue la primera imagen que vio Don Juan Vicente de ideas revolucionarias.
Don Juan Vicente, pronto se daría cuenta que no era solo un golpe financiero, sino que también se estaba excluyendo de funciones gubernamentales a los criollos. Desde California a Buenos Aires, serían ahora solo españoles de origen, los que tomarían el mando, “revirtiendo” la confianza criolla con español, creada ya en 200 años, que marca uno de los inicios del conflicto, conflicto el cual en los mantuanos estaba despertando un espíritu rebelde.
La primera acción de revolución ocurre el 24 de febrero de 1782, en la cual Don Juan Vicente junto a otros mantuanos redacta una carta proponiendo una revolución, fue enviada al coronel Francisco de Miranda, uno de los primeros en decir que Venezuela debía deponer su lealtad a la Corona.
Nacido Simón Bolívar, un conocido sacerdote presagiaba un gran destino al bautizarlo, Félix Jerez de Aristiguieta, sobrino de Juan Vicente y poderoso terrateniente (como en general eran los sacerdotes en esta época), sorprende al morir en 1785 dejando toda su herencia en Simón Bolívar (una casa al lado de la catedral, 3 plantaciones, 95.000 árboles de cacao y sus esclavos). Al siguiente año, 1786, fallece también Don Juan Vicente a causa de la tuberculosis en su casa de la calle San Jacinto, no alcanzaba a cumplir 60 años y su hijo Simón no llegaba a los 3 años, su esposa estaba embarazada de un quinto hijo que terminaría siendo un mortinato. Sería sepultado en la capilla familiar de la catedral de Caracas (como dictaminó en su testamento, al igual que distribuir equitativamente entre sus cinco hijos sus riquezas)