los Reyes Católicos: Parte I, «El inicio de una nación»
Si somos objetivos con la historia el primer rey de España debería ser el visigodo «Eurico» (rey de los Visigodos, 466-484 d.C.), ya que fue quien liberó a los pueblos establecidos en la península del yugo romano en el año 476 d.C.. Fue el primero en establecer un código legislativo, el «Codex Euriciano» (Código de Eurico), instrumento primigenio que regulaba y unificaba las distintas leyes del territorio de la península ibérica. La sede del rey de los visigodos, estaba en Toulouse, Francia, y el dominio de la península era casi total, con excepción de Galicia y la franja norte del cantábrico (terreno de los Suevos, actual Portugal). Los reyes visigodos posteriores mantuvieron en menor o mayor proporción las leyes dictaminadas, hasta la invasión musulmana, desde el norte de África, en los tiempos del rey Rodrigo (710-711).
Ahora nos trasladamos a mediados del siglo XV, en la época de los reyes católicos. Para contextualizar, en
este periodo España está divida en 3 grandes reinos:
- Corona de Castilla: resultante de la unión de los reinos de castilla, León y Galicia.
- Corona de Aragón: formado por Aragón, Valencia y Cataluña (son más, pero se centra en aquellos que pertenecen a la península).
- Reino de Navarra
- Hay que mencionar el último reducto de la presencia árabe en el territorio español: Reino nazarí de Granada, actual Andalucía oriental.
Los famosos reyes católicos, Fernando e Isabel, logran una monarquía no basada en someter a los reinos, sino en una unión de ellos, para configurar lo que se conoce hoy como España, dando inicio así a la edad moderna, y configurando a las coronas como un reino único, donde se incluyen todos los pueblos de la península, con la excepción de Portugal.
Esta unión de los pueblos, surge a raíz de una idea que siempre estaba en la corte, de juntar en matrimonio a Fernando e Isabel a modo de lograr la «unificación». Él por un parte portador de la corona de Aragón y ella la de Castilla.
Isabel nace en Madrigal de las Altas Torres, un pequeño pueblo de la provincia de Ávila, el 22 de abril de 1451. Hija de Juan II y su esposa portuguesa doña Isabel de Aviz (o de Portugal). Antes del nacimiento de Isabel, las posibilidades sucesorias del rey, se limitan a su hijo Enrique, fruto de
un matrimonio anterior con su prima, María de Aragón. Posterior a Isabel (segunda hija), nace Alfonso, con lo cual Isabel pasa a ser tercera en la línea sucesoria, como norma de la monarquía castellana de la época. Isabel prácticamente no conoce a su padre, ya que este fallece cuando ella tiene solo 3 años de edad, dejando un testamento que acredita, al fallecer ambos hermanos sin descendencia legitima, Isabel será heredera de la corona.
Tras la muerte de Juan II, doña Isabel de Aviz, se instala en Arévalo, que producto de la tristeza, la soledad y el retraimiento, cae en la locura. En Arévalo es donde se forja la personalidad y educación de la infanta Isabel.
En 1462, su hermano, el ahora rey Enrique IV («El impotente»), los lleva a ella y Alfonso a la corte con
motivo del nacimiento de su hija Juana, donde permanecieron por los próximos 5 años juntos. En 1464, debido al Manifiesto de Burgos, parte de la nobleza expresa su malestar al rey por la designación de Juana como su sucesora al reino (por considerarla bastarda, ya que era celebre la incapacidad del rey de mantener relaciones sexuales por su presunta homosexualidad, era secreto a voces su relación con Juan Pacheco en la corte, aunque también se teoriza una impotencia sexual por una enfermedad en su juventud). Se sospechaba que Juana, hija de la segunda esposa de Enrique (dicha esposa, llamada Juana de Portugal), se engendró con un caballero de la corte (“Beltrán de la Cueva”, por lo cual a la recién nacida la llamaban despectivamente Juana “La Beltraneja”).
5 de junio de 1465, ocurre la “Farsa de Ávila”. Tiene su origen en los conflictos sucesorios por la corona de Castilla, en el cual algunos nobles castellanos y miembros de la iglesia, partidarios de que Alfonso herede la corona de Castilla, levantan un escenario en las murallas de Ávila, donde ponen un monigote que representa al rey Enrique. El arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, es el primero en acercarse al muñeco y de un golpe le arrebata la corona, luego el marqués de Villena hace lo mismo con el centro, y finalmente el conde de Plasencia le arranca la espada, el resto de nobles derriba al muñeco, golpeándolo con rabia, lo cual origina un inevitable conflicto.
En 1467 la liga de nobles se apodera de Segovia, donde residía temporalmente la corte. Escapa Isabel y se reúne con su hermano Alfonso en Arévalo, pero ambos en favor de la causa noble, aprueban el derecho de herencia en favor de Alfonso.
En marzo de 1468, ambos marchan a Ávila, ciudad leal a la causa del derecho de Alfonso. Pero en
Cardeñosa, un pueblo de camino, Alfonso muere súbitamente. Se cree que envenenado, con lo cual Isabel pasa a ser la candidata para el trono de Castilla. Isabel quería una salida pacífica, es por eso que va al rey con el “Pacto de los toros de guisando”, mediante el cual se reconocía a Isabel como heredera legítima al trono. Es gracias a ello, que el rey comienza la tarea de encontrarle marido a Isabel.
Enrique ya había ofrecido la mano de Isabel a Juan II de Navarra para su primogénito, el príncipe Carlos. Pero Carlos muere repentinamente, lo cual altera todos los planes. Para revertir esto, la ofrece a Don Pedro Girón, miembro de la importante familia Pacheco, con la cual Enrique desea establecer lazos comerciales y militares. Pero el destino nuevamente juega en favor de los deseos de Isabel, y Pedro Girón muere de apendicitis. El tercer candidato sería Alfonso V de Portugal, pero Isabel se acoge a una prerrogativa en el “Pacto de los toros de Guisando”, por la cual se reserva el derecho a rechazar el marido el cual el rey le proponga, descartando a Alfonso V, con el consecuente enojo de Enrique.
Isabel se encuentra custodiada en Ocaña, bajo el control del marqués de Villena, escapa a Madrigal de las Altas Torres, para desde ahí poder dirigirse a Valladolid y poder encontrarse con el único hombre que ama realmente, Fernando de Aragón, futuro Fernando I (El Católico).